Vida mía, que habitas en el cielo,
por quien sueño y a quien quiero,
te conocí una tarde de febrero
tu mirar fue fuego,
acrisolado resultó mi ego;
de ti quedé prendado,
de tu amor, enamorado.
Llegaste con paso suave y ligero
mas tu deseo fue certero,
con tu mirada penetrante
mi alma develaste en un instante.
Sutil a mi oído en amor susurraste
la intención de tu querer perseverante,
me involucraste en los planes de tu divinidad
no te arredró la humildad de mi debilidad.
Mi espíritu quebrantado exhaló su dolor
tu mano se posó en mi corazón,
quise resistir al encanto de tu incierta aventura
mas vencido quedé, atrapado en tu ternura.
Al caer la tarde aquel día de febrero
me entregaste tu corazón forastero,
un abrazo, un beso sincero,
me tomaste por entero;
te quedaste en mi vida presente,
mi ser en ti lo hiciste trascendente.
Atrapado estoy en ti y en tu amor por siempre.
Amén
Yerko Reyes Benavides
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