
Padre Dios, que en María no sólo nos has dejado a una Soberana, sino a una amiga, compañera, intercesora: imagen y semejanza de tu nobleza, del amor de tu Corazón que a todos se da sin distinción.
Tú la has llenado de Gracia y Bendición, puesto que has querido que ella al ser la Madre de tu Hijo eterno, fuera con el tiempo, madre de la humanida renacida en él. Sigue, Padre, confiando en nostros, continua creyendo que somos capaces de alcanzar la nobleza y pureza que ella con singular belleza portó en su vida y la plenitud alcanzó.
Padre, en tu Dulce Muchacha de Nazaret hemos visto una "diosa", no porque la hayamos entronizado a los predios de tu divinidad, sino porque con tanto esmero la amaste que sentimos en el corazón, que tu amor por ella no es sólo para ella, sino en ella te desbordas con ella a la humanidad, puesto que la belleza de la humanidad llevada a la plenitud en María está representada y contenida, en basija de fino barro.
El hombre y la mujer nueva están escondidos en el corazón de María. Por eso Padre, en la Virgen, pequeña y humilde, que a tu amor dijo: "Acá la esclava del Señor", miras una nueva humanidad, como ella nueva Eva es. Singo de la humanidad redimida, a la que el pecado no toca, ni mucho menos vence aunque a sus tentaciones esté constantemente sujeto.
Tu gracia y tu amor nos bastan, como le basto a ella para recorrer incluso los más espinosos caminos del dolor y del sufrimiento, inimaginables, puesto que no sólo era a su hijo a quien lloraba en la Cruz, sino a si misma que como Madre no pudo cuidar hasta el final al Hijo de Dios. Una de las espadas de su corazón fue justamente, no haber salvado al Verbo Divino, pero tú, en tu misericordia consuelo le diste, puesto que la primera en ser redimida, preservada e incluida en el Reino, fue la Reina: Madre de Jesús y Madre nuestra.
Belleza de sin igual encanto, permítenos la entrega que en tu misma diste al Padre de Dios en el Hijo: Jesús. Para así ser elevados a divina condición, como lo fuiste tú, que sin ser Dios, divina eres y exhalas perfumes de Amor, Gracia, Virtud y Bendición para todos.
Imprégnanos, Dulce Madre, de tus divinas fragancias y, así nuestra vida toda sea aroma delicado agradable a Dos como lo fuiste Tú. i
Amén
Yerko Reyes Benavides
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