Madre y protectora nuestra,
al contemplarte no dejamos de apreciar los dotes
de tu natural belleza;
flor hermosa eres, de delicada presencia en el jardín de la Salvación.
Tuyas son la inocencia, la pureza, la ternura, la templanza y la alegría.
Puesto que en ti Dios se ha dedicado
con especial cuidado a embellecer,
con bondad a la Madre de su Hijo y de la humanidad.
Cuando Tú estás en el corazón,
la tristeza se aleja y aparece la esperanza,
confianza en que la promesa de Amor de Dios se realizará,
puesto que en tí, el hombre se refleja y su fe renueva,
ya que en ti el plan de salvación del Señor se completó.
Entra en nuestro corazón,
flor de magnifica presencia,
alégralo con el gozo de la eternidad,
y aleja la tristeza y la soledad.
Amén
Yerko Reyes Benavides
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