Tenemos un amor
que es distinto a todos
inconmensurable;
amor que sólo existe
en un corazón de madre.
Este amor es grande,
llega en forma humana,
de lo divino se reviste,
en caricias, para el alma desgastada
se convierte.
De Nazaret proviene,
no pretende
no hace alarde;
niña y a la vez mujer
segura de sí misma es
para sin temor darse
y responder:
“Acá está la esclava, no ama, ni señora: sólo sierva. En mi haz tu Palabra, porque tuya es mi vida, mi voluntad y mi alma”.
Tomo su mano
de suave textura a mis sentidos
prodigados de lo efímero.
Siento el candor de su pureza,
me llena,
sacude mis miedos
en camino me pone en busca del amado
que Ella mucho antes que yo ha encontrado.
Te haces confianza,
esperanza,
luz en las colinas
desiertos de desaciertos
míos.
Amores no correspondidos
perdidos
en el tiempo.
Me muestras con una sonrisa
el lugar que me realiza;
el amor que impaciente aguarda
mi llegada.
Tómame de la mano,
llévame, pon en camino
mi corazón baldío:
libertad de espíritu busco.
De tu esclavitud revísteme
que sólo así seré
verdaderamente libre,
cuando al fin todo mi ser
en el Hijo sea consumido
de amores ya pertenecidos.
Yerko Reyes Benavides
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